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lunes, 11 de julio de 2011

Apuntes hacia una identidad mexicana I: José Vasconcelos


Estamos condenados a inventarnos
una máscara y, después, a descubrir
que esa máscara es nuestro verdadero rostro
Octavio Paz
La vida personal está hecha de elecciones. La imagen de cada individuo es un collage de expresiones ideológicas. Desde la cabeza hasta los pies mostramos una manera particular de vestirnos. Y es en los accesorios que utilizamos donde, quizá, expresamos más lo que creemos ser. Aretes, anillos, pulseras, relojes, corbatas, piercings, tatuajes y hasta implantes, son objetos que elegimos llevar con nosotros por un sólo motivo que va más allá del simple gusto superficial: la identidad.
            Si bien la búsqueda de una identidad, de nuestra identidad individual, no es sencilla, mucho menos lo es cuando hablamos de una colectividad. Ya sea que se trate de una pequeña comunidad o de un gran país, la identidad y definición es esencial para el desarrollo de una sociedad.
            En América, debido a las guerras de conquista iniciadas por Europa en el siglo XV, los pueblos indígenas sufrieron de un despojo cultural que terminó con la aniquilación de sus sociedades, dejando, como consecuencia, una pérdida de identidad. Los indígenas no pertenecían a occidente, pero tampoco al medio donde habían nacido, su imagen simbolizaba una raza sin raíces, un tronco caído incapaz de alimentarse de la tierra a pesar de permanecer sobre ella. Durante siglos, como judíos errantes, los indígenas sin nombre y sin pasado vagaron por lo que antes eran sus tierras en búsqueda de una nueva identidad, pues, intentar rescatar su pasado, era una empresa que sabían imposible.
1. Vasconcelos
José Vasconcelos es, quizá, la figura pública en pro de la educación más recordada en México. A pesar de las severas críticas que el filósofo y escritor mexicano –así como su obra– puedan recibir, es innegable que Vasconcelos desempeñó una labor lúdica como ningún otro de sus contemporáneos o predecesores. Su prosa es pausada y pulida y, sus polémicas ideas, adictivas –en el buen sentido de la palabra–. Leer a Vasconcelos es, para algunos, un exótico placer .
            José Vasconcelos nació –como Juárez– en Oaxaca un 27 de febrero de 1882. Desde muy joven estudió en los mejores colegios nacionales y extranjeros. Se recibió como abogado y fue miembro fundador del Ateneo de la juventud. Durante su carrera política ocupó altos puestos dentro de la Universidad Nacional –fue el noveno rector de la institución– , como secretario de educación y candidato presidencial, campaña que le fue saboteada y arruinada. Vasconcelos fue víctima de varios atentados contra su vida, vivió en el exilio en más de una ocasión y fue criticado por su pensamiento utópico, el cual se aprecia en su obra La Raza Cósmica publicada en 1925.
            La raza cósmica es un breve ensayo en el cual Vasconcelos explica el proceso de creación de lo que él llama "la raza cósmica" o "quinta raza". Si bien no todas las ideas de este ensayo son vigentes y aceptadas, el análisis utópico futurista es sumamente interesante gracias a las relaciones interculturales que se describen.
            Vasconcelos, con cierto temor, apuesta por el mestizaje como un medio de mejoramiento de la raza humana. Esta es la tesis central de su ensayo, el cual es, a grandes rasgos, una hipótesis de un posible futuro para la humanidad en el cual, si el mestizaje favoreció a la raza, el mundo será un lugar de prosperidad, pero si sucede lo contrario, y el mestizaje degrada la especie, se perderán las civilizaciones. A manera de ejemplo, Vasconcelos cita a la raza egipcia la cual, después de mezclarse, levantó el segundo gran imperio:
Se presume entonces que ya para la época del segundo imperio, se había formado una raza nueva, mestiza con caracteres mezclados de blanco y de negro, que es la que produce el Segundo Imperio, más avanzado y floreciente que el primero. La etapa en que se construyen las pirámides, y en que la civilización egipcia alcanza su cumbre, es una etapa mestiza. (Vasconcelos, 2010: XVI)
            Posterior al imperio egipcio, Vasconcelos ejemplifica el éxito del mestizaje en civilizaciones posteriores, estas son la griega, en primera instancia, y la romana en segunda. En ambas culturas el mestizaje se dio entre razas blancas a diferencia de la egipcia, donde se dio entre blancos y negros. Los ejemplos anteriores más otro correspondiente a la invasión de los bárbaros, son un preámbulo para justificar la supremacía de la raza Europea. Si el mestizaje es entre razas símiles el resultado es rápidamente positivo en cuanto al desarrollo de las nuevas razas, pero, si esta mezcla se da entre razas distantes, como es el caso de la europea y la prehispánica, los resultados positivos tardarán más en manifestarse, sobre todo, si no se da –también– una mezcla espiritual, como es el caso de los Estados Unidos de Norteamérica, donde las razas dominantes son las blancas, pero siempre en concordancia con la especie negra, que aportó una fuerza espiritual a la cultura. En palabras de Vasconcelos, los Estados Unidos fueron un crisol donde se fundieron las distintas clases europeas. El papel del blanco es fundamental para el mestizaje, es la raza que servirá de puente para la configuración de la quinta raza:
Es claro que el predominio del blanco será también temporal, pero su misión es diferente de la de sus predecesores; su misión es servir de puente. El blanco ha puesto al mundo en situación de que todos los tipos y todas las culturas puedan fundirse. La civilización conquistada por los blancos, organizada por nuestra época, ha puesto las bases materiales y morales para la unión de todos los hombres en una quinta raza universal, fruto de anteriores y superación de todo lo pasado. (Vasconcelos, 2010: 5)
            Aparecen justo después de la cita anterior, las primeras características de lo mexicano señaladas por Vasconcelos. Durante el periodo de la conquista, España consiguió para sí gran parte del territorio americano, mientras que los Estados Unidos se tuvieron que conformar con una parte del territorio del norte. Posterior a la revolución francesa, las diversas colonias europeas en América comienzan a luchar por su Independencia, tal es el caso de México, que comienza este proceso en el siglo XIX. Las guerras en América sucedían contra Europa y los mismos territorios del continente, y es en ese periodo cuando Estados Unidos comienza a conquistar nuevos territorios cada vez más al sur. La Nueva España perdió mucho de su territorio y, como consecuencia de la guerra de Independencia, decide romper sus relaciones tanto con los Estados Unidos como con el resto de los países latinoamericanos. Vasconcelos apunta aquí una cualidad de los mexicano, el resentimiento y el egoísmo. A diferencia de México, Estados Unidos nunca rompió sus nexos con Inglaterra y Austria y Vasconcelos afirma que los estadounidenses se sienten tan ingleses como los ingleses. Pero en México no es así, y el país se hunde en supuestos patriotismos egoístas sin darse cuenta que sigue bajo el mandato de los gobiernos extranjeros. México se escuda tras de su bandera, llamada "trapito" por Vasconcelos, para luchar por sus supuestos derechos y libertades cuando ni siquiera ha sido capaz de asimilar y aceptar su pasado indígena:
Si nuestro patriotismo no se identifica con las diversas etapas del viejo conflicto de latinos y sajones, jamás lograremos que sobrepase los caracteres de un regionalismo sin aliento universal y lo veremos fatalmente degenerar en estrechez y miopía de campanario y en inercia impotente de molusco que se apega a su roca. (Vasconcelos, 2010: 8)
El estado actual de la civilización nos impone todavía el patriotismo como una necesidad de defensa de intereses materiales y morales, pero es indispensable que ese patriotismo persiga finalidades vastas y trascendentales. Su misión se truncó en cierto sentido con la Independencia, y ahora es menester devolverlo al cauce de su destino histórico universal. (Vasconcelos, 2010: 8-9)
            El error en México fue haber renegado de nuestras tradiciones. Los Estados Unidos se emanciparon políticamente de los sajones, pero no tradicional ni culturalmente. Aquí se intentó cortar de tajo con el pasado y la sociedad quedó un vaivén que oscila entre la nada. Con la guerra de Independencia la supuesta nación mexicana se hundió más. Afirma Vasconcelos que la Independencia se vio desfavorecida cuando se  llevó a cabo con unos planes cuyos objetivos eran intrascendentales. La sociedad se conformó con fundar "nacioncitas y soberanías de principado". Había una obsesión localista, ciega a la búsqueda de un mundo mayor, el cual conquistaron los norteamericanos, pero a costa de eliminar a sus habitantes nativos. Caso contrario es México y, por tanto, es digno de resaltar ya que, quizá en la mezcla con la raza indígena, se halle la clave del desarrollo y perfeccionamiento mexicano:
[...] pero cometieron el pecado de destruir esas razas, en tanto que nosotros las asimilamos, y esto nos da derechos nuevos y esperanzas de una misión sin precedentes en la Historia. (Vasconcelos, 2010: 14)
            Los Estados Unidos tenían la misión de convertirse en imperio y por eso su tarea se ha logrado más rápidamente que la nuestra –según afirma Vasconcelos–, que no es sino perfeccionar la especie a través de un mestizaje basado en el amor y en la conciencia. Los Estados Unidos representan la figura de los últimos imperios de la raza blanca, sin embargo México, y en general América Latina, es el nuevo crisol donde confluyen las razas de todo el mundo. El mestizaje se da en todos los sentidos y en todas las razas, ya sea vía sexual o espiritual.
Tantos que han venido y otros más que vendrán, y así se nos ha de ir haciendo un corazón sensible y ancho que todo lo abarca y contiene, y se conmueve; pero henchido de vigor, impone leyes nuevas al mundo. Y presentimos como otra cabeza, que dispondrá de todos los ángulos, para cumplir el prodigio de superar a la esfera. (Vasconcelos, 2010: 18)
            Para que la civilización alcance su mayor esplendor es necesario que pase primero por dos etapas, las cuales la llevarán a una tercera y última fundada, no en las reglas, sino en la inspiración. Estos tres estados mencionados por Vasconcelos son: el material o guerrero, el intelectual o político y el espiritual o estético. Actualmente, según Vasconcelos, nos encontramos ya en el segundo estado perteneciente al mundo intelectual y, para llegar al tercer y final estado, es necesario atravesar unas pruebas necesarias en el desarrollo del ser:
Desgraciadamente  somos  tan  imperfectos,  que  para  lograr semejante vida de dioses, será menester que pasemos antes por todos los caminos, por el camino del deber, donde se depuran y superan los apetitos  bajos,  por  el  camino  de  la  ilusión,  que  estimula  las aspiraciones más altas. Vendrá en seguida la pasión que redime de la baja  sensualidad. Vivir  en  pathos,  sentir  por  todo  una  emoción  tan intensa, que el movimiento de las cosas adopte ritmos de dicha, he ahí un rasgo del tercer período. A él se llega soltando el anhelo divino para que alcance, sin puentes de moral y de lógica, de un solo ágil salto, las zonas  de  revelación.  Don  artístico  es  esa  intuición  inmediata  que brinca sobre la cadena de los sorites, y por ser pasión, supera desde el principio  el  deber,  y  lo  reemplaza  con  el  amor  exaltado.  Deber  y lógica, ya se entiende que uno y otro son andamios y mecánica de la construcción; pero el alma de la arquitectura es ritmo que trasciende el  mecanismo,  y  no  conoce  más  ley  que  el  misterio  de  la  belleza divina. (Vasconcelos, 2010: 25)
            En más de una ocasión Vasconcelos recalca la importancia de fundar la nueva raza en el amor, si los actos no son sinceros y desinteresados, la raza cósmica no puede estar completa. Para que esta nueva especie logre su aparición, las razas de todo el mundo deben ceder, olvidarse de toda pureza racial. La raza cósmica se caracteriza porque deja lo racional para vivir en la fantasía.
            El mexicano se desprendió del dominio español para caer en el norteamericano. Vasconcelos apunta que esto era inevitable aún cuando fuera previsible, pues es condición natural de los pueblos ser sometidos durante largos periodos, sin embargo, actualmente es reversible el yugo bajo el cual permanecemos si nos enfocamos en crea ciencia y vida propia: "Si no se libera el espíritu, jamás lograremos redimir la materia". (Vasconcelos, 2010: 30)
            La raza cósmica es un texto donde se habla poco del mexicano, pues la tesis central de este ensayo es recalcar la importancia del mestizaje en América y no realizar un estudio sobre la condición del mexicano. Vasconcelos, a través de diferentes teóricos –que van desde científicos hasta filósofos y religiosos– construye un discurso filosófico muy similar en estructura y prosa a los diálogos de Platón, incluso él mismo cita, casi al final de su ensayo a Fedro.
            Para Vasconcelos lo más importante era el amor y la belleza. La influencia grecolatina en su prosa y pensamiento es más que evidente. Escritores como él han habido pocos. Sin duda es un ejemplo de la gran calidad intelectual de la que gozaba la política de antaño.
                  La raza cósmica, como el resto de la obra vasconcelista, es una prosa que se debe leer con mucha minuciocidad so pena de caer en el error garrafal de la crítica insulsa. Vasconcelos creía en la ciencia, la filosofía y las culturas de la antigüedad. Su ensayo está repleto de referencias a Hermes Trismegisto, a la tabla Esmeralda, a Lemuria, a la Atlántida y los atlantes, a las tradiciones sagradas del antiguo Egipto así como a su enigmático Libro de los Muertos. Nos guste o no, el pensamiento vasconcelista es sumamente religioso y filosófico, evidencia de esto, además de lo ya mencionado, es la pitagórica conclusión que nos ofrece al final de su ensayo, donde nos demuestra cómo su pensamiento se ajusta perfectamente al número ocho, símbolo de la igualdad de razas, destino que, aunque sabía nunca vería, creía posible si los actos de los hombres, como los de Jesucristo, eran regidos por el amor a la humanidad entera, simbolizada por cuatro razas equivalentes, quizá, a los cuatro elementos primordiales manejados también por Pitágoras y que dan como resultado, después de su fusión, un quinto elemento, una quintaesencia –como en la alquimia–, una quinta raza, la raza final, la raza cósmica.

Bibliografía
        Paz, Octavio (2000). El laberinto de la soledad. FCE, México
        Ramos, Samuel (2011). El perfil del hombre y la cultura en México. Planeta, México.
        Vasconcelos, José (2010). La raza cósmica. Porrúa, México.



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2 comentarios:

  1. Soy español. Vivo en la tierra antigua de los Vettones, en el centro de Castilla y España. Quería hacer un comentario que quizás pudiere ser de ayuda.
    Sepan ustedes , que España, los españoles que les llegaron, fueron mucho antes pueblos desposeídos de su identidad por otras culturas. Roma despojó todo vestigio cultural nativo y fue motivo de largo sufrimiento. Pero nos unió al mundo y nos ofreció una cultura mayor. Árabes y judios poblaron tanto o más que los romanos nuestro territorio, durante más tiempo que el que cumple España como España.
    Como paso entre Europa y Africa, entre el Mediterraneo y el Atlántico, y testigos protagonistas del auge y caída de civilizaciones y culturas desde antiguo, sabemos que nuestra raza no es pura, sino más bien, la mezcla más numerosa de genes,
    el ácidodexirribonucleico más variado y diverso de razas, culturas y civilizaciones del mundo… por entonces, cuando les conocimos.
    El español que les llegó a sus costas, les prendió de sangre ibera, celta, tartessa, griega, fenicia, cartaginesa, romana, árabe, judía, franca germánica, eslava...
    Y eso es lo que mejor representa lo español, el aporte que pudo hacer al mundo.
    No es sólo su cultura. Son sus genes.

    Como advertirán, el mérito no nos pertenece. Lo mejor de nosotros mismos no es nuestro, es fruto de la casualidad, un arcano del destino...
    ¿Quién sino podría descubrirles y conquistarles?
    ¿Como no iban a sucumbir ustedes a tal cúmulo de formas de ser uno?

    Lo que quería decir con esto, es en realidad formular una pregunta
    ¿Acaso no será que el destino de la humanidad, la especie sublimada, el hijo que habrá de engendrar el ser humano, el fin de la historia de las guerras, no será el producto de la suma total de las sangres del mundo? El gen universal de nuestros hijos.

    ¿Y no será que ahora les toca a ustedes?,
    Completar con la mezcla de sus sangres el último itinerario hacia la semilla múltiple, la más perfecta y universal herencia en el camino inefable del destino del hombre.
    Juntar, igualar todas las razas.

    ¿No será que son ustedes ahora los elegidos para completar ese designio?

    Quitense los complejos. Olvidense de las razas. Estudiense la cultura del mundo.
    Perdonense. Amense. Mezclen sus genes.


    PD: Es curioso constatar como los americanos actuales, en la búsqueda de su identidad, ponen ahínco en el estudio de su pasado primigenio, en su genealogía prehispánica, y encuentra sobre las ruinas más antiguas y en sus dioses, el origen común de la culturas más antiguas de Occidente y Oriente.... La misma calidad de obra. La misma calidad de hombre. La misma misteriosa historia , el origen común de su raza y del mundo.
    elgranjonas@yahoo.es

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